martes, 14 de noviembre de 2017

La errónea estrategia saudí

Mohamed Bin Salmán, de 32 años, es quien ejerce el verdadero poder en Arabia Saudí desde el 21 de Junio de este año, cuando su padre, el rey Salmán Bin Abdelaziz (quien ya tiene 81 años y que accedió al trono en Enero de 2015 al fallecer su hermano, el rey Abdalá Bin Abddelaziz), le nombró príncipe heredero a expensas de su primo Mohamed Bin Naif Abdelaziz.



(El príncipe heredero Mohamed Bin Salmán con el presidente Trump).




Bin Salmán es, además de príncipe heredero, ministro de Defensa, presidente del Consejo de Asuntos Económicos y de Desarrollo, jefe de la Corte Real, y asistente segundo al primer ministro.

Internamente está llevando a cabo reformas a mi juicio acertadas, como permitir que las mujeres puedan conducir o votar en las elecciones locales (lo tenían prohibido), reducir el poder de la policía religiosa, o reducir la dependencia del país del petróleo, apostando por las energías renovables.


Sin embargo en política exterior se ha caracterizado por su línea dura de confrontación directa con Irán. Desde que su padre heredó el trono, las relaciones ya difíciles entre estos dos países se han tensado muchísimo, hasta el punto de que Arabia Saudí ha lanzado una guerra contra los Houthies en Yemen, que están apoyados por Irán (ambos son chiíes). La guerra dura ya más de 2 años y no tiene perspectivas de acabarse. Está estancada, los houthies resisten, y la población civil sufre. Además, a Arabia Saudí la cuesta mucho dinero.


(Mapa que señala las posiciones que controla cada facción en Yemen, a fecha de Julio de este año. En verde, los houthies -chiíes apoyados por Irán-. En rojo, los suníes apoyados por Arabia Saudí. Y en azul, Al Qaeda).

Pero no es solo en Yemen donde está enfrentada a Irán. La ejecución junto a otros 46 prisioneros del clérigo chií saudí Nimr al Nimr crítico con el régimen -bajo el pretexto falso de terrorismo- en Enero de 2016 provocó una profunda crisis con Irán. La embajada saudí fue atacada en Teherán por manifestantes, y Arabia Saudí y gobiernos satélites como Bahrein, Sudán o Somalia reaccionaron rompiendo relaciones diplomáticas con Irán. Otros países satélite de Arabia Saudí redujeron relaciones con este, como EAU o Kuwait.
Irán por su parte reaccionó cortando los lazos comerciales con Arabia Saudí  y acusándoles de atacar la embajada iraní en Yemen.




(Protestas ante la embajada saudí en Londres por la ejecución del clérigo Nimr al Nimr).


Más recientemente, Arabia Saudí llegó a romper relaciones con Catar -país que al igual que la propia Arabia Saudí, está en el Consejo de Cooperación del Golfo-, molesta porque no se acoplaba a la política exterior saudí, al contrario que sí que hacían los gobiernos de Bahrein, Emiratos Árabes Unidos, Egipto o Jordania. Acusaban a Catar de estar influenciados por Irán y de financiar el terrorismo. Lo cuál por supuesto es una auténtica tontería. Catar tiene todo el derecho del mundo a tener su propia agenda exterior, y desde luego si se les acusa de financiar el terrorismo, el acusador -Arabia Saudí- tiene mucha más culpa que Catar.
Llegaron a exigir hasta que cerrasen Al Jazeera, canal de televisión del gobierno catarí, porque al gobierno saudí no le gustaba la línea que seguía.
A esta línea de confrontación con Catar le siguieron los países en la órbita de Arabia Saudí, al igual que antes había sucedido con la crisis con Irán: Emiratos Árabes Unidos, Bahrein, Egipto, Mauritania, Jordania, o Chad.
Kuwait y Omán por su parte intentaron mediar entre ambos reinos en disputa, sin mucho éxito hasta el momento.
Ahora mismo Catar sufre un bloqueo económico marítimo, terrestre y aéreo por parte de algunos de estos países, y tiene que recibir ayuda por parte de Irán y Turquía en forma de comida y de otras importaciones.
Todo ello porque desde que llegó al trono Hamad Bin Khalifa Al Thani en 1995, y cuando le sucedió su hijo Tamin Bin Hamad Al Thani tras su abdicación en 2013, la monarquía catarí se ha ocupado de desarrollar una política independiente de la de Arabia Saudí.


(Blatter, presidente de la FIFA, con el emir catarí Hamad Bin Khalifa al Thani al anunciarse que Catar albergaría el Mundial de fútbol de 2022).


La última crisis ha llegado con Líbano. Resulta que la línea seguida por Saad Hariri, primer ministro libanés -que por la Constitución de su país debe ser suní-, no les convencía, debido a que no buscaba una confrontación con Hezbolah -chiíes apoyados por Irán-. Lógico, pues Líbano ya se desangró en una cruenta guerra civil de 15 años que dejó tropas sirias en el terreno por otros 15, hasta que Rafiq Hariri, padre de Saad, fue asesinado, provocando protestas contra las tropas sirias a las que hacían responsable, y forzándoles a irse.

Pues bien, para los saudíes no tan lógico, ya que invitaron a Hariri al reino, y allí según se dice, le retuvieron, forzándole a dimitir mediante un discurso televisado. Algo que ya han hecho con Mansur Hadi, primer ministro yemení exiliado en Arabia Saudí a causa de la guerra. Resulta que quiere volver a su país, pero no se lo permiten, porque sospechan de su alianza con los Hermanos Musulmanes.

(Hariri anunciando su dimisión en Arabia Saudí mediante un discurso televisado emitido por Al Arabiya (canal saudí)).


A toda esta serie de crisis, hay que sumarle una interna, la purga que han hecho alegando corrupción de príncipes, hombres de negocios, y políticos. Lo que detrás se esconde posiblemente sea un cuestionamiento del poder que estaba adquiriendo el príncipe heredero, o de su línea política. Mediante esta purga buscaría consolidar el poder. No obstante, hay quien advierte de los riesgos, pues históricamente en Arabia Saudí a los príncipes se les ha tratado bien, y las decisiones se tomaban por consenso. De este modo el príncipe heredero Bin Salmán estaría rompiendo demasiados moldes, lo que podría traer inestabilidad.

En Libia están liando una parecida. Resulta que apoyan al general Khalifa Hafter, quien controla parte del territorio, en vez de a Fayez al Sarraj, primer ministro reconocido por la ONU. ¿La razón? Oponerse a los Hermanos Musulmanes. Igual que pasó en Egipto cuando apoyaron al actual dictador Al Sisi en vez de a Mursi, primer ministro elegido democráticamente por las urnas, por la misma razón, por estar con los Hermanos Musulmanes.

(Situación actual en Libia: En morado la parte controlada por el gobierno respaldado por la ONU. En verde la parte controlada por el general Hafter, respaldado entre otros por Arabia Saudí, EAU o Egipto).


¿Pero quiénes son los Hermanos Musulmanes? Pues una de las mayores amenazas a Arabia Saudí, junto a Al Qaeda o a Daesh, pero por motivos diferentes. Mientras que Al Qaeda o Daesh buscan derribar al régimen saudí por su alianza con EEUU, e imponer un Califato Islámico y rechazan la democracia, los Hermanos Musulmanes aceptan la democracia, participan en elecciones, y no buscan a priori derribar a la familia real saudí. ¿Entonces por qué los ven como amenaza? Porque Arabia Saudí es un reino dictatorial que no permite cualquier tipo de disidencia. Si no que se lo pregunten a Nimr al Nimr. Y para ellos los Hermanos Musulmanes son una gran amenaza por su combinación de Islam y democracia. A la monarquía saudí el Islam le gusta, pero la democracia no, pues vería amenazados sus privilegios. Y de ahí que busque equiparar a los Hermanos Musulmanes con Al Qaeda, calificarles como terroristas, apoyar a dictadores que les oprimen como Al Sisi en Egipto o Hafter en Libia, no apoyar más a Hamás en Palestina, o romper lazos con Catar, pues Catar sí que apoya a los Hermanos Musulmanes, pese a que no sea un país democrático.


 (El expresidente egipcio Mursi, de la corriente de los Hermanos Musulmanes, depuesto, encarcelado y condenado por el régimen de Al Sisi, al igual que todos los seguidores de esta corriente en ese país).

Y mucho me temo que la siguiente víctima pueda ser Turquía. Erdogan se está significando mucho apoyando a los Hermanos Musulmanes, a Catar o a Hamás. El propio sistema político turco -democrático con todas las imperfecciones que queramos ponerle- es una amenaza para la dictadura saudí. Además Erdogan, tras el golpe fallido en su contra en 2016, ha dado un giro a su política exterior, aproximándose a Irán y Rusia para buscar una salida a la guerra en Siria.
Lo que pasa que a Erdogan no le tiembla el pulso y ha llevado a cabo una purga gigantesca, de proporciones bíblicas, contra todos aquellos que sospecha que pudieran tener la más mínima relación con el golpe. Ha hecho de Fethullah Gülen un chivo expiatorio. Gülen está exiliado en EEUU, y se sospecha que instigó el golpe a través de su movimiento, que tiene miles de seguidores en Turquía. Erdogan sospecha de él y pide su extradición. Mientras se decide si se la conceden o no, han arrestado a todos los seguidores de este movimiento, y a los que eran funcionarios, les han despedido, ya fuesen profesores, periodistas, policías o militares.
Se tendrá que juzgar y dictaminar si realmente participaron en el golpe o no, pero viendo lo furibunda que está siendo Arabia Saudí contra cualquiera que ose contradecirle, tal vez el movimiento de Erdogan para consolidar su poder no haya sido tan desencaminado.

(Manifestantes turcos en EEUU reclamando la extradición de Gülen).



Creo que es bastante evidente que la política exterior que está siguiendo Bin Salmán no me gusta nada. No seré yo quien defienda a Irán o su política exterior, pero una cosa es diferir de la línea iraní, y otra confrontar con ella de tal modo que te lleva a cargarte las relaciones con Catar, a retener a los primer ministros de Líbano y Yemen contra su voluntad, a ejecutar a un clérigo chií pacífico, a provocar inestabilidad en Libia, a crear otra dictadura en Egipto, y a una guerra desastrosa en todos los sentidos con tu vecino del Sur.

Lo que deberían hacer es tratar de llegar a una solución política en Yemen, al estilo de la que se siguió en su día en Líbano. Querer imponer a una parte de la sociedad (suníes) sobre otra (chiíes), trae muy malos resultados, como ya vimos en Irak con Sadam Hussein (suníes sobre chiíes) o sin él (chiíes sobre suníes). Hay que intentar llegar a un entendimiento pacífico entre ambas comunidades, y eso no será posible si Irán y Arabia Saudí siguen esta espiral demencial de violencia y confrontación.
Alguien con más sentido de Estado, como por ejemplo el presidente de Colombia Santos, o el papa Francisco, habrían sabido ver una oportunidad para dialogar y solucionar las posturas distantes en Líbano o Yemen, o las diferentes perspectivas con Catar. Aquí en cambio, parece que hay que estar 100% de acuerdo con los saudíes, y si no, es que eres mi enemigo, como les ha pasado a Catar, al primer ministro libanés, al primer ministro yemení, a Mursi, a los islamistas libios, o al clérigo Nimr al Nimr. Y eso es una locura.
Respecto a los Hermanos Musulmanes, alguien con más sentido de Estado vería que los regímenes autoritarios lo que tienen que hacer es llevar a cabo reformas democráticas, en vez de obcecarse con perseguir a quien piensa diferente.  

No sé lo que va a pasar allí. Ojalá Bin Salmán rectifique, o le presionen para ello. Pero parece que tiene el apoyo de Trump, e Israel está contento, pues comparten un enemigo común: Irán. Por tanto, por ahí, pocas presiones parece que pueda haber.

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