viernes, 22 de noviembre de 2013

El ángel rojo.

Continuando con libros sobre la Guerra Civil, hace no mucho me leí “El ángel rojo”, una biografía novelada escrita por Alfonso Domingo sobre Melchor Rodríguez, que era miembro de la FAI-CNT.





(En la portada (Melchor junto a Casado (izqda)), y en la contraportada, Melchor Rodríguez a la dcha. con Cipriano Mera en el Centro, en el homenaje que le hicieron a Durruti tras su muerte los compañeros de la CNT-FAI).



De joven quiso ser torero, pero no tuvo fortuna, y acabó de mecánico. Por su militancia anarquista y sus artículos en prensa, estuvo varias veces en la cárcel durante la Monarquía y la República. Cuando estaba fuera, trataba de ayudar a sus compañeros militantes presos.

Al estallar la Guerra Civil, él, que estaba en Madrid, decidió junto a otros compañeros de “Los Libertos”, grupo de la FAI al que pertenecía, ocupar el palacio de un marqués. Respetaron el mobiliario y todas las obras de arte que había en él. Y además utilizaron el edificio para dar cobijo a quienes estaban perseguidos. Así, refugiaron a curas, monjas, aristocráticos, incluso a falangistas y gente militante en partidos de derechas.
También extendían salvoconductos y avales a todo el mundo que los solicitara, sin importarles su militancia, sus creencias ideológicas o religiosas, o su nivel social.



(Melchor Rodríguez en el centro (sentado) junto a varios compañeros).



La gente empezó a conocer de sus actividades, y muchos que tenían a algún familiar encarcelado en alguna checa, acudían a Melchor como último recurso para ver si podía hacer algo por ellos. Melchor iba a la checa (cárcel clandestina de algún partido o sindicato) correspondiente, y exigía llevarse al prisionero en cuestión, alegando que no había ningún cargo sobre él, que su vida corría peligro, y que en el momento en que hubiese algún cargo y se fuese a celebrar un juicio justo, le entregaría, como así sucedió con más de uno.
Consiguió salvar de este modo a muchos a quienes iban a dar el “paseo” sin que hubiesen sido juzgados, simplemente por su militancia política (real o supuesta), o sus creencias ideológicas o religiosas. Paró varias “sacas” en numerosas cárceles.



(La casa de Melchor tras un bombardeo).


Después fue nombrado Inspector General de Prisiones, cuando García Oliver llegó al cargo de Ministro de Justicia, con lo que pudo imponer su autoridad y con la colaboración de los funcionarios civiles sacó a las milicias de las cárceles, que eran quienes más problemas daban y exigían fusilar a los presos tras un bombardeo.


Esto sin embargo le causó muchos problemas con militantes comunistas y también con militantes de su propio sindicato, la CNT. De hecho, un día que fue a Valencia en coche, sufrió un atentado en el que afortunadamente no hubo heridos, pues les dispararon sus propios compañeros sindicalistas que estaban esperando que pasase el coche. Le acusaban de ayudar a los fascistas y de quintacolumnista. A él, que había estado más de 30 veces en la cárcel por su militancia sindical y sus escritos en la prensa, a él que había ayudado a tantos militantes presos, le acusaban de ayudar al enemigo.
Como él decía, “no podemos hacer con los fascistas lo mismo que ellos hacen con nosotros. Eso sería ponerse a su nivel. Tenemos que estar por encima de ellos.” Y según recoge el libro: “Con tanto fusilado estáis deshonrando la revolución...En pocos días tienes sobre tu conciencia miles de asesinatos. Eso no es justicia, es un crimen.”




(Melchor recita un poema a la bandera republicana en un acto oficial).



A principios de 1937 dejó su cargo, aunque para entonces ya se habían conseguido parar en gran parte los “paseos”. Luego entraría a formar parte del Ayuntamiento de Madrid como concejal de la FAI. En 1939 participó junto con los demás miembros de la CNT, los Socialistas y los Republicanos, en el golpe que Casado y Besteiro dieron contra el Gobierno de Negrín, al que sólo apoyaban (acertadamente) los comunistas. Durante una semana hubo enfrentamientos en la capital debido a esta cuestión, pero el PCE salió derrotado. Hubo muchos que se exiliaron. Melchor se quedó e hizo entrega del Ayuntamiento a las nuevas autoridades.


Sin embargo, a pesar de todas las vidas que salvó, pronto sería encarcelado. Se le acusó de participar en la muerte de Salazar Alonso (Ministro de Gobernación durante el Bienio Negro). En realidad lo que ocurrió fue que le resguardó en el palacio que había ocupado, a salvo de los “paseos”, hasta que le entregó para ser juzgado. En el juicio, Salazar fue condenado a muerte, y le fusilaron.
El nuevo régimen quería juzgar a Melchor por ello. Además, se inventaron otra intriga, en la que se le acusó de ser responsable de la muerte de los hermanos González Amézua. Cuando ocurrieron los hechos de estos hermanos, Melchor estaba en Barcelona ayudando a cruzar la frontera a gente que quería escapar y no lo tenían fácil por sus creencias ideológicas.
Sin embargo, de poco le sirvió. Aunque fue declarado inocente, su juicio se revisó. El nuevo abogado se le pusieron 2 días antes del juicio, y no recibió el sumario hasta el mismo día del juicio. No vio a Melchor hasta ese día. Había también otro acusado, y parece ser que se montó el juicio para que este fuese absuelto y Melchor condenado, como así fue. De hecho, un testigo acusó a Melchor de haber asaltado su local dónde había varios falangistas escondidos, y luego afirmó que un año después había acudido a casa de Melchor para buscar refugio para su hijo.
Por si fuera poco, Melchor extendió un aval al otro acusado durante la Guerra.



Al final del juicio, un asistente del público entregó al tribunal un documento con la firma de más de 2.000 personas que habían salvado la vida gracias a las acciones de Melchor.
En realidad, hasta miembros del Tribunal que le juzgó debían su vida a Melchor.

A pesar de estas contradicciones, condenaron a Melchor a 20 años, aunque hubo muchos que presionaron debido a lo que había ayudado durante la guerra civil evitando fusilamientos injustos, con lo que al final sólo cumplió 2 años, a los que hay que sumar los otros 2 que estuvo esperando la sentencia. Durante su estancia en prisión muchos le reclamaban que estaban así por su culpa, que había que haber matado a más fascistas. Melchor en cambio siempre se mantuvo en que hizo lo correcto, en que no se podía matar a nadie sin un juicio justo, independientemente de su ideología, creencia o militancia.




(Melchor durante algunas de sus múltiples estancias en prisión).


Luego seguiría colaborando en la CNT. Tras la 2ª Guerra Mundial parecía inminente un ataque de los aliados para desalojar a Franco. Melchor fue a reunirse con un diplomático inglés. En aquél período la CNT estrechó contactos con los Monárquicos, con quienes se trató de consensuar que hubiese un referéndum sobre Monarquía o República, aunque finalmente las negociaciones no cuajaron.
Enrique Marco Nadal (el Secretario General de la CNT que fue con Melchor a entrevistarse con Thomson, el diplomático inglés), había estado luchando en la 2ª Guerra Mundial con los aliados en África contra el ejército de Rommel.



(Melchor junto a su hija).


Melchor sería detenido varias veces más por su actividad dentro de la CNT. Una de ellas fue en 1947 cuando cayeron muchos militantes, Enrique Marco entre ellos. El fiscal reclamó 30 años para Melchor, aunque sólo fue condenado a año y medio.
Tras salir de la cárcel continuaría luchando por mejorar las condiciones de sus compañeros militantes presos.
Trabajó para una compañía de Seguros.




En 1964 recibe una medalla al valor en un programa de radio por votación de la gente. Muchos militantes de la CNT no lo vieron con buenos ojos, puesto que ese mismo día dieron también otra medalla a un héroe de la División Azúl (Teodoro Palacios), con el que Melchor se hizo una foto. Federica Montseny concretamente fue muy crítica con Melchor. Este, en su discurso al recibir la medalla, agradeció a la gente que se la otorgase, aunque dijo que no la había pedido, y argumentó que siempre había intentado cumplir aquello de “No quieras para los demás lo que no quieras para ti mismo”.



(Melchor se estrecha la mano con Palacios ante la mirada de Bobby Deglané, periodista que otorga las medallas).

La CNT fue perdiendo fuerza debido a la represión, los fusilamientos, las torturas, las detenciones, los exiliados, y también, a las divisiones. Cipriano Mera fundó el Frente Libertario, enfrentado a Montseny. También hubo otro sector que se quería integrar en los sindicatos franquistas para ganar presencia frente a los comunistas. Melchor se enfrentaría a este sector.

Finalmente murió en 1972. A su entierro acudieron personalidades del régimen, pero también militantes de la CNT, que entonaron el himno “A las barricadas” cuando finalizó el rito. También depositaron flores rojas con cintas negras, además de la bandera anarquista. En su lápida no hay ninguna cruz, pues Melchor no era religioso.




Más recientemente se le puso su nombre a una calle en Sevilla, y una imagen en la casa de su infancia.






A mi parecer, Melchor tiene bien merecido el apelativo de “El ángel rojo”. En unas circunstancias tan difíciles como la Guerra Civil, con los bombardeos indiscriminados sobre Madrid, se necesita mucha sangre fría, mucho coraje, y mucho corazón para situarse frente a los milicianos armados e impedir que saquen a presos de la cárcel para fusilarlos. También para enfrentarte a tus propios compañeros y ayudar a quienes buscan refugio y están perseguidos, para que puedan moverse libremente o al menos para que sean juzgados justamente.
Él sí que fue un verdadero revolucionario, no sólo durante la Guerra Civil, sino también antes y después. Nunca renunció a su ideal anarquista. Si más fuesen como él, seguro que la revolución tendría muchos más adeptos, al ser un mensaje de amor, libertad, igualdad y justicia, no como desgraciadamente muchas veces ha sido, al realizarla y después, de odio, opresión, desigualdad e injusticia. Efectivamente, la revolución no se hace con flores, pero como dijo García Oliver, "tampoco se hace pegando tiros en la nuca". Si se está reclamando un mundo mejor, no se puede construir a base de fusilamientos indiscriminados sin juicio, ni a base de oprimir a quienes no piensan de la misma forma, ya sea ideológicamente o religiosamente.


Por ello me parece importante reivindicar la figura de este hombre, que no es muy conocido, pero que sin duda se merece las más altas alabanzas, sobre todo si tenemos en cuenta todos los atropellos que se cometieron durante la Guerra Civil, y las justificaciones que se dieron a ellos. Frente a eso, se erige la verdadera justicia, el verdadero ideal anarquista que tenía Melchor (al contrario que muchos de sus compañeros que desde luego tenían una idea de justicia muy diferente, vengativa).


También creo que quienes dicen que estaríamos mejor sin policías, sin abogados, sin jueces y sin fiscales, sino siendo el pueblo quien se protegiese, quien juzgase y reeducase, deberían pararse un momento a reflexionar.
Durante la Guerra Civil, muchos milicianos ejercieron de policías, y desde luego su actuación no fue mejor que la de la policía de antaño. Y los tribunales populares que se formaron tampoco fueron mejores que los tribunales formales con gente preparada. De hecho se caracterizaron por ser muy rápidos, muy duros, y sin apenas posibilidades de defensa, marcados por el odio y la venganza.

Yo tengo bastante claro que prefiero ser protegido/detenido por la policía, defendido por un abogado, acusado por un fiscal, y juzgado por un juez, a ser protegido/detenido por un miliciano, defendido por mí mismo, acusado por todo el pueblo, y juzgado por un tribunal popular presionado por el pueblo. Puede que aún así el sistema no sea justo. Pero desde luego el otro es mucho más injusto, sin ningún tipo de duda.

A las pruebas me remito. Cuando el Gobierno Republicano recuperó el control, los “paseos” y las “sacas” se redujeron de una forma muy importante.

Y es que personas buenas y malas las hay en todos los sitios. Y cuando estalla una guerra, las personas malas relucen mucho y se imponen. Por eso creo que es conveniente recordar a las personas buenas, que en medio del caos, del odio y de la venganza, se mantuvieron firmes en sus ideales ayudando a los demás simplemente porque eran personas igual que ellos, y porque no querían que de estar en su situación les pasase lo mismo.

Ojalá hubiese más personas como Melchor. Mucho mejor nos iría a todos.